Francisco Simó Serres, un liberal de Porrera (Priorato)
En un trabajo anterior publicado en esta misma página, nos acercamos a lo que fue la vida de Francisco Simó Aragonés y su familia. Hicimos referencia a su boda con Ursula Serres i Aleu, a su vida profesional y su actividad política. Hoy vamos a conocer cuál fue su descendencia, aunque nos ocuparemos en especial de uno de sus hijos, Francisco Simó Serres.
1°).- El primogénito fue un niño al que llamaron Francisco, que nació el 12-2-1796 pero murió un año después, el 3-7-1797.
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De acuerdo con la tradición, Francisco Simó i Serres fue nombrado heredero de la hacienda familiar. Según su hermano José refiere en su manuscrito “Crónicas de Porrera” (1865): «Francisco Simó y Serres, mi hermano mayor, que en su juventud fue educado en la casa paterna, aprendió a leer, escribir y contar única educación que con un poco de doctrina cristiana se recibía antes en las escuelas, si bien que en cuanto a cuentas fué de los más adelantados puesto que recibió la instrucción amás de la del maestro de la escuela la de un religioso de la villa de Porrera llamado Aduart, quien le dijo que ya sabía más que él siendo así que adelantaba al maestro de la escuela en mucho. Luego que salió de la escuela lo dedicó mi Padre a la agricultura, en la que aprendió todo cuanto era sabido entonces de los labradores de nuestro país, con los trabajos del campo se hizo muy esforzado y robusto y capaz de sobrellevar las mayores fatigas».
Pero como casi nunca las cosas salen tal y como están pensadas, resulta que la vida de Francisco sufrió un brusco cambio de trayectoria y no llegó a ser el heredero de los bienes de sus padres. Recojamos lo que cuenta su hermano Baltasar: «En octubre de 1819 contrajo esponsales con Teresa Pellicer de Cornudella, que es de la principal casa de aquella población. Las capitulaciones matrimoniales las autorizó Don Francisco Pellicer, escribano de Porrera. Le prometieron en dote 8.000 en dinero sin contar las ropas de botica y de uso. En razón de mediar un parentesco entre los dos fue preciso acudir por la licencia a Roma y llegada esta a tiempo se expidieron las proclamas, se marcaron las cómodas y ropas y próximos a las bodas se retractaron sin haber dado los padres ni la hija una razón convincente, aunque con satisfacción de mi hermano Francisco, quien convino en este desenlace y volvieron al año las cosas a su primitivo estado, habiendo los de Cornudella devuelto las joyas y pagado los gastos de Dispensa de Roma y los de capitulaciones matrimoniales.»
Después de estos hechos, y seguramente como consecuencia de ellos, Francisco Simó Serres se alistó en las Milicias liberales y allí se portó como un valiente, desafiando todos los peligros. Al poco tiempo le concedieron el grado de Alferez. En Reus se formó un batallón que llamaron de Porrera en el que fue nombrado Teniente de la primera Compañía y parece ser que asistió a todas las acciones de guerra distinguiéndose por su valor. Cuando concluyó la guerra en 1823 se retiró a casa durante un tiempo, pero ante la llegada de los franceses volvió a salir en campaña, recibiendo el título de Capitán de la primera compañía del batallón de Migueletes o Milicia móvil de la provincia de Tarragona.
Pero toda esta valentía se volvió contra él, pues declarándose Fernando VII monarca absoluto, persiguió a todos aquellos que habían defendido la Constitución y donde Francisco había sido alabado como un héroe fue acusado después de faccioso y traidor, pese a que siempre se había portado con mucha honradez y respeto para todo el mundo y por eso gozaba de una excelente reputación.
Fue capturado en Reus y conducido preso a las cárceles de Tarragona, pasando posteriormente a la de Barcelona. Finalmente consiguió que le dejaran salir hacia Francia el 1 de septiembre de 1824, donde fijó su residencia en Abruch y permaneció allí hasta el año 1833, cuando pudo regresar a España gracias a la amnistia que decretó la Reina Cristina.
Después de la muerte de Fernando VII en 1833, la política de la nación cambió por completo. A los presos y expatriados se les recibió con júbilo. Se desarmó a los realistas y se formaron dos compañías que llamaron de Seguridad Pública. El alistamiento se hizo en Porrera, saliendo como Capitán al frente de la primera Pellicer y Fort y de la segunda Francisco Simó y Serres.
Aún no había pasado ni un año desde el retorno de su destierro, cuando Francisco Simó Serres fue designado alcalde de Porrera. Era el año 1834. Entonces los Alcaldes se elegían entre una terna que se proponía al Jefe político, quien decidía quien tenía que ser nombrado.
En el verano de 1835 se extendió una ola sacrílega que acabó con la quema de conventos. Había empezado en Zaragoza y se propagó hasta Barcelona. En el Priorato fueron quemados los de Riudoms, Escornalbou y Marsá, hasta terminar con el de la Cartuja de Scala Dei. Aunque los daños materiales fueron irreparables, afortunadamente no hubo que lamentar la muerte de ningún fraile.
A Porrera también llegaron los ecos de esa violencia. Según nos cuenta José Simó: «El terrible volcán que conmovió toda la nación no pareciendo sino que quería devorarlo todo, se hizo sentir en Porrera, como en todas partes. El 28 de aquél terrible mes, una porción de mal intencionados se reunieron a las altas horas de la noche en la era llamada del “Mitg” y allí, armados y furiosos, trataban de cometer un horroso crimen, que el Alcalde D. Francisco Simó pudo contener por medio de la persuasión, empleando para ello las mejores expresiones que supo, diciéndoles por último, que antes permitiría que fuere traspasado su corazón que consentiría llegasen a realizar sus descabellados planes».
Parece ser que los hombres de este grupo belicoso, frustrados por no haber conseguido hacer lo que habían proyectado, se fueron a la mañana siguiente al monasterio de la Cartuja de Scala Dei, que sabían que estaba ardiendo desde el día anterior, y allí aún tuvieron ocasión de saquear lo que que quedaba y se lo llevaron a sus casas. Como dice José Simó: estos bienes de los cartujos «si bien no les enriquecieron les ayudaron a acrecentar sus riquezas».
Los carlistas reaccionaron ante tantos desmanes y al año siguiente, en 1836, se lanzaron a una nueva ofensiva. Desde hacía un tiempo había una facción en torno a Porrera y Francisco Simó Serres quería batirse contra ellos para reducirlos. Aprovechó que había una expedición mandada por el Comandante de Armas de Prades, D. Jacinto, dicho lo Sintet, que se iba a enfrentar con ellos y Francisco les acompañó.
Su hermano José cuenta como ocurrieron los hechos:
«... al tercer día de su movilización por la parte de la Garriga, hiendo de la Bisbal a la Granadella se les presentó la facción de improvisto al volver de una colina y sin que el enemigo contase con fuerzas superiores, se echó sobre ellos con tal denuedo que les obligaron a dispersarse completamente haciendo a los primeros tiros muerte al espresado Comandante de Prades, que lo era de Poboleda y Porrera con más de 25 soldados, habiendo sido tan desgraciada la acción por nuestra parte, que en ella murieron no sólo el Capitán Simó, que mandaba los de Porrera, sino también el Teniente Francisco Aleu, Comandante de los de Cornudella, el Alferez Antonio Osó, de los de Poboleda y Sintet, que según se supo salió ebrio de Margalef, no acertando por consiguiente a dar disposiciones haciendo causa de este descalabro en el que perdimos entre jefes y oficiales 42. Porrera tuvo que lamentar la muerte del mejor y más valiente de sus jefes, con soldados más de su compañía. Y, merced a la escabrosidad del terreno en el que en cada paso había un escondrijo y haberse refugiado algunos en la iglesia de Margalef, que nuestra pérdida hubiera sido muy mayor. Esta desgracia fue tenida el 28 de Mayo de 1836».
Francisco Simó Serres fue enterrado en el pueblo de la Bisbal de Margalef, donde se desarrolló la acción.
A raíz de esto, quedó heredero y responsable de la hacienda familiar su hermano Baltasar.
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