domingo, febrero 26, 2006

Nuestros antepasados: FRANCISCO SIMÓ ARAGONÉS


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---------------FRANCISCO SIMÓ ARAGONÉS

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Los hombres y mujeres que, hasta la fecha, se han asomado a estas páginas de “Nuestros antepasados” nacieron y vivieron en los pueblos de la montaña del Pirineo aragonés. Sin embargo, en esta ocasión el protagonista es Francisco Simó Aragonés, que nació y vivió en la comarca del Priorato (Tarragona). Francisco, aunque no es antepasado “nuestro”, lo es de mis hijos. Y esta es su “historia”...


Los primogénitos de la familia Simó de Porrera (Tarragona) fueron los propietarios ininterrumpidos del Mas d’en Simó durante siglos, pues los orígenes de este linaje y su ubicación en esta masía se remontan al siglo XIII. La finca en cuestión se encuentra situada en el término de Porrera, uno de los pueblos pertenecientes al priorato de Scala Dei.



En el Mas d’en Simó nació el 26 de noviembre de 1735 el padre de Francisco Simó Aragonés, Francisco Simó Ardevol, del que sabemos que cuando apenas había cumplido los 10 años de edad se había quedado ya huérfano de madre y que perdió a su padre dos años después.

La madre de Francisco Simó Aragonés fue María Aragonés Durán, hija de Pedro Juan Aragonés y Gertrudes Durán. Nació en Dosaiguas el 23 de septiembre de 1742. Poco sabemos de ella, aparte de la truculenta historia de su muerte, pues parece ser que unos forajidos la acuchillaron en la cama del Mas d’en Simó el 6 de octubre de 1817 cuando pretendían robarla, ya que creían que María tenía mucho dinero escondido. Según nuestras noticias, ni los asesinos ni la familia llegaron a encontrarlo nunca. La enterraron en el cementerio del monasterio de Escornalbou. Uno de sus nietos nos hizo de ella el siguiente retrato: “era hacendosa, en el campo amiga de habitar en el, poco tratable y algo extraña”.




Y llegamos ya a nuestro protagonista. Sabemos que Francisco Simó Aragonés tuvo varios hermanos, pero todos ellos murieron siendo niños, excepto una de sus hermanas que llegó a contraer matrimonio. Francisco se casó en 1795, cuando tenía 24 años, con Ursula Serres y Aleu. Ella había nacido en Cornudella el 19 de febrero de 1773, así es que estaba a punto de cumplir 22 años el día de su matrimonio. Ese día, por cierto, quedó grabado en la memoria colectiva del pueblo de Porrera, pues se cuenta que las suyas fueron unas bodas fastuosas, que se celebraron “con grande suntuosidad de modo que ni antes ni después hasta nuestros días no se han visto otras iguales en Porrera, asistió a ellas toda la parentela de uno y otro lado hasta llegar a 72 de a caballo, a más toda la música de Cornudella”. De ese matrimonio nacieron diez hijos. Creemos que fue un hijo de Francisco el autor de un óleo de grandes dimensiones, que recoge la escena festiva de estos esponsales y que se encuentra actualmente en el salón de una de las mejores casas de Porrera.



Francisco se quedó ciego el año 1833, lo que no le impidió gobernar su casa hasta el final de sus días. Murió el 21 de enero de 1847 a las 3 de la tarde, “la enfermedad de que murió según dictamen de los facultativos consistía a mas de su avanzada edad en una irritación en frío del canal intestinal, efecto primero de una indigestión, después de los fríos sucesivos del invierno y parte de la gota que padecía. En su última enfermedad que principió a últimos de noviembre y le tuvo postrado en cama hasta que falleció, no manifestó sentimiento ni pesadumbre alguna, ni dijo ni un hay! ni un hoy! Y conservó su pleno conocimiento hasta el último instante de su vida, de lo que dio muchas pruebas”.

Puesto que disponemos de datos biográficos de Francisco que nos permiten situar a nuestro personaje en su contexto geográfico y en el de la época en que vivió, a través de lo que escribieron sus hijos, aún podemos perfilar y conocer mejor la figura de ese hombre.

Según relata su hijo José, su padre “no recibió otra instrucción que un poco de leer y escribir y algo de contar, según el método rancio que se seguía entonces en la escuela primaria de Porrera, única que siguió y frecuentó en su juventud”. Por otro lado, nadie en la familia antes que él la había recibido y como su destino parecía llevarlo a tomar las riendas del patrimonio familiar, se pensó que para eso no se necesitaban muchos estudios.

Como ya hemos dicho, Francisco contrajo matrimonio en 1795, al poco tiempo de morir su padre, y en 1797 ó 1798 fue nombrado Diputado del Común de vecinos de Porrera. En el año 1799 se le designó Celador de Montes y en 1800 subdelegado de Montes. En 1806, su madre, que era la usufructuaria universal de los bienes de la familia, le cedió el mando de la hacienda familiar así es que fue entonces cuando pasó a ser el verdadero “jefe” de la familia.

Su dedicación profesional estuvo, no obstante, muy supeditada a su actuación política, ya que fue alcalde de Porrera en tres mandatos: de 1807 a 1809, en 1814 y en 1823.

La primera vez que desempeñó el cargo de alcalde fue en 1807 y en tal ocasión lo fue por nombramiento del Prior de Scala Dei, que, como Señor jurisdiccional de todo el Priorato, tenía esta prerrogativa. Desempeñando ese cargo comprendió la necesidad de la instrucción para manejar los negocios públicos y los de su casa que de él dependían, y se dedicó con mucho afán a la lectura y escritura. A fuerza de trabajo y de aplicarse con esmero llegó con el tiempo a distinguirse entre todos los propietarios del Priorato, que no habían tenido como él ocasión de estudiar una carrera. Esto le mereció el respeto de muchos, pero también la envidia de algunos. Le acusaron de rigidez en el mando y también de haber ordenado cortar unos 5.000 pinos contra lo expresamente prohibido por las leyes en el ramo de montes. Las primeras acusaciones no tuvieron resultado alguno, pero, como fuera objeto de nuevas denuncias, éstas le ocasionaron muchos digustos y pérdidas de consideración y tuvo que gastar mucho dinero en defender su reputación.

La Guerra de la Independencia empezó en 1808. De aquél año data una circular en la que se anunciaba la llegada de los franceses a Tarrragona y se pedía a todos los pueblos que se armaran para defenderse. Francisco Simó Aragonés, como alcalde en ejercicio, dispuso un cuerpo de somatén que puso bajo el mando de Juan Bautista Aulestia, equipando a sus componentes con dos cargas de provisiones mientras los arengaba desde la plaza del pueblo antes de que salieran en expedición.

Por temor a los franceses, Francisco Simó Aragonés, en el mes de marzo o abril de 1809 hizo salir a toda su familia de Porrera hacia la Palma, a excepción de su madre. Los invasores entraron en Porrera a finales de 1809, pero en la población no encontraron a casi nadie, pues todo el mundo se había escondido por los bosques y montes. Los franceses, al entrar en el pueblo de Porrera, mataron a los pocos que encontraron e incendiaron 5 casas, además de saquearlo todo. La familia de Francisco había llevado a la masía y a un escondrijo en un bosque cercano todo lo que estimaron que era de más valor de la casa, pero lo que quedó en Porrera desapareció en el saqueo, hasta el punto de que cuando Francisco pudo regresar a la casa lo único que encontró en ella fue un tiesto para beber y un “caterón” (catre) roto para dormir.

En febrero de 1811 Francisco Simó Aragonés fue nombrado Regidor decano y desempeñó dicho cargo hasta 1812, viéndose expuesto a muchos peligros bien fuera por parte de los franceses, con quien tuvo que vérselas muchas veces, para atender pagos o para justificar el hostigamiento que los paisanos hacían a sus tropas en tránsito por Porrera, o bien ante el Gobierno de la nación que pedía más y más dinero y castigaba duramente a los que tenían alguna deferencia con los franceses, acusándolos de colaboracionismo. Además, aprovechando la situación de caos en la que se vivía, muchos malhechores, con el pretexto de que perseguían al francés, exigían dinero a muchos pueblos y maltrataban a los que se les oponían.

Ese año de 1811 los franceses volvieron a pasar por Porrera. En esta ocasión se trataba de una división de 3000 hombres que, entre otras cosas, exigieron que se les diera el pan de toda la población. La esposa de Francisco, Ursula Serres, dijo que en su casa no había pan y por negarse a colaborar quisieron llevarla a la prevención. Sin embargo, se informó al comandante que estaba alojado en su casa de lo que estaba pasando y él no consintió que se la llevaran, es más, le dio tres grandes panes con los que pudo alimentar a la familia durante tres días.

Durante el tiempo que duró la guerra, Francisco Simó Aragonés tuvo que emigrar dos veces, abandonando la casa con toda la familia la primera vez para trasladarse a Palma y la segunda a Reus, pasando el restante tiempo de la guerra en el Mas d’en Simó o en los bosques.



En 1814 se terminó la guerra con los franceses y el rey volvió a su trono, mandando que se renovasen todos los Ayuntamientos del Reyno, restituyendo en los cargos a los que servían el año 1808. Como Francisco Simó Aragonés se encontraba en ese caso, volvió a ser alcalde por segunda vez. Cuando fue abolida por Fernando VII la Constitución de 1812, era alcalde de Porrera D. José Pellicer y Fort, que fue apartado de su cargo pasando a ser desempeñado por un absolutista.

Fue el primero de enero de 1820, cuando tuvo lugar la Proclamación de la República por Riego. El Rey juró la Constitución el 9 de marzo y con pocos días de intervalo lo hicieron en Zaragoza, Barcelona y Tarragona, procediéndose a su proclamación en Porrera el 15 de marzo de ese año. Una de las primeras reacciones en el pueblo fue la de José Pellicer y Fort que, habiendo sido cesado de su función de alcalde por los absolutistas, volvió a tomar el mando que le había sido arrebatado y que entonces ostentaba Juan Aduart. Pero Aduart no estaba por la labor de dejar el cargo y de hecho no le entregó la vara de alcalde a Pellicer hasta que no llegó a Porrera una partida de tropa de los liberales que estaba recorriendo los pueblos del Priorato para poner orden.



Como después de marcharse la mencionada tropa se produjeron varios altercados en el pueblo, ya que Aduart, aunque había entregado la vara de alcalde seguía mandando, por lo que de hecho había dos alcaldes en función. Por su parte, D. José Pellicer se fue a Tarragona para buscar refuerzos y volvió con otra partida de tropa para que le respaldara y le ayudara a calmar los ánimos y, finalmente, se procedió a una votación.

Relata José Simó: “
A las 8 de la mañana del mencionado día, la Iglesia Parroquial lugar escogido para la celebración de aquel empeñado acto, estaba llena de visitantes y votantes, colocados al banco más arriba de la derecha los que debían ser elegidos compromisarios por el partido de Pellicer y al banco opuesto los que debían serlo por el Muntaner.

La urna se hallaba colocada en el presbiterio del altar mayor, y allí fueron uno a uno los electores a depositar su voto resultando de la votación quedar elegidos con sesenta y nueve votos más que los otros el partido de los Pellicer, como así lo expresó en alta voz el Comisionado al publicar el resultado del escrutinio, resonando por todos los ángulos de la iglesia un grito de viva, que fue correspondido por los de fuera de ella, yéndose mohidos y mofados a sus casas los del partido de Muntaner y Aduart.

Hombres, mujeres, niños, ancianos, quisieron presenciar la función quedando por consiguiente cuajada la Iglesia y la plaza de tantos como querían tomar parte en el regocijo y todos a una al haberse anunciado el gaudeamus, echaron los hombres sus gorras al aire y muchas mujeres pañuelos, hasta redes, que entonces se estilaban.

Toda esta tropa de partidarios victoriosos pasaron desde la plaza a casa de Francisco Simó Aragonés a darle la enhorabuena por haber salido nombrado alcalde, y así mismo a los demás del Ayuntamiento, rebosando todo el día y muchos otros la más completa alegría
”.

Baltasar Simó Serres, también hijo de Francisco, cuenta que su padre, en el ejercicio de su cargo de alcalde que desempeñó durante dos años, como medida destinada a restablecer la convivencia prohibió por medio de un bando los insultos, procuró echar en el olvido un pasado lleno de discordias y unir al pueblo todo lo posible, lo que, lamentablemente, no pudo conseguir, pues el rencor que se había instalado entre la población se transmitía a las generaciones siguientes.


En el año 1822 el enfrentamiento entre absolutistas y constitucionales se agudizó, jugando Porrera un papel muy activo en todas las acciones que se desarrollaron por los pueblos vecinos. No obstante, el 11 de julio de ese año, fue Porrera la que se llevó la peor parte, pues sufrió un asalto que terminó con la quema del pueblo. La mayoría de las casas fueron devastadas por un incendio, que duró varios días. A consecuencia de ello muchos vecinos se quedaron sin vivienda y sin fortuna y optaron por instalarse en Reus. Fernando VII, cinco días después, concedió de su peculio seis mil reales para las familias que se habían quedado sin nada y esa suma llegó al Gobierno de Tarragona, que reclamó al alcalde de Porrera la lista de los afectados para poder indemnizarlos. Desde Porrera se le remitió la lista a la mayor brevedad, pero el dinero nunca les llegó.

Francisco Simó Aragonés se refugió con su familia en Reus y volvió a Porrera el 24 de diciembre de ese año 1822 y, al día siguiente, por elección general fue nombrado alcalde por tercera vez, ejerciendo dicho cargo hasta que los franceses volvieron y pusieron sitio a Tarragona, o sea hasta el 24 de agosto de 1823.

En 1823 tuvo lugar la llegada de los cién mil franceses al mando del Duque de Angulema, que entraron en España para apoyar a Fernando VII y dispuestos a acabar con la Constitución. Los ánimos de los partidarios del rey absoluto se exaltaron y en Porrera se vivió una situación dramática, pues los liberales, o aquellos que eran acusados de tales, eran perseguidos y asesinados con gran saña. Francisco Simó Aragonés al saber que los franceses iban a sitiar Tarragona el 24 de agosto salió de Porrera hacia Reus junto con otros miembros de su familia y algunos vecinos. Allí permanecieron durante cinco años, hasta febrero de 1828, cuando pudieron regresar a Porrera.

Estos son sólo algunos datos de la vida de Francisco Simó Aragonés que nos permiten trazar a grandes rasgos lo que fue el contexto histórico y social en el que vivieron algunos de nuestros antepasados, en una época particularmente difícil. Gracias al interés de su descendencia por mantener viva la historia familiar, podemos saber muchas más cosas sobre aquél periodo, que nos gustaría recordar en otra ocasión.

---------------------------- María José Fuster