Conociendo a nuestros antepasados: Lucía Lascorz
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Lucía Lascorz
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Lucía vivió en el siglo XVII en Labuerda (Huesca). La hemos descubierto por casualidad, mientras buscábamos otras cosas, y siempre la hemos encontrado en el mismo tipo de documentos, en protocolos notariales. No sabemos cuál era su aspecto, ni qué cualidades o defectos formaban parte de su personalidad, pero conocemos trocitos de su vida que nos hacen intuir una existencia muy especial. Su historia nos muestra como en aquellos tiempos los intereses familiares y patrimoniales se entrelazaban sin dejar mucho espacio a los sentimientos de las personas.
Lucía Lascorz debió nacer alrededor de 1610. Pertenecía a una familia de conocido prestigio, los Lascorz, infanzones de Labuerda. Su padre, Joan Lascorz, se casó dos veces y no sabemos con exactitud si Lucía fue hija de la primera esposa, Domenicha Dondueño, o de la segunda, María Pérez (aunque nos inclinamos a pensar que lo fue de Domenicha).
Cuando llegó la edad de casar a Lucia, se pensó para ella en un marido de una categoría social similar a la suya, como no podía ser menos. El elegido fue Pedro Fumanal, perteneciente a una familia de infanzones de Los Molinos. Dicho y hecho, se casaron y tuvieron al menos cuatro hijos: Juan, Isabel, Susana y Lucía Fumanal. Sabemos que Pedro vivía todavía en el año 1641, ya que se le menciona en un documento notarial en el que su hermano Juan Fumanal aparece actuando como procurador suyo. Sin embargo, debió morir al poco tiempo.
Lucía vivió en el siglo XVII en Labuerda (Huesca). La hemos descubierto por casualidad, mientras buscábamos otras cosas, y siempre la hemos encontrado en el mismo tipo de documentos, en protocolos notariales. No sabemos cuál era su aspecto, ni qué cualidades o defectos formaban parte de su personalidad, pero conocemos trocitos de su vida que nos hacen intuir una existencia muy especial. Su historia nos muestra como en aquellos tiempos los intereses familiares y patrimoniales se entrelazaban sin dejar mucho espacio a los sentimientos de las personas.
Lucía Lascorz debió nacer alrededor de 1610. Pertenecía a una familia de conocido prestigio, los Lascorz, infanzones de Labuerda. Su padre, Joan Lascorz, se casó dos veces y no sabemos con exactitud si Lucía fue hija de la primera esposa, Domenicha Dondueño, o de la segunda, María Pérez (aunque nos inclinamos a pensar que lo fue de Domenicha).
Cuando llegó la edad de casar a Lucia, se pensó para ella en un marido de una categoría social similar a la suya, como no podía ser menos. El elegido fue Pedro Fumanal, perteneciente a una familia de infanzones de Los Molinos. Dicho y hecho, se casaron y tuvieron al menos cuatro hijos: Juan, Isabel, Susana y Lucía Fumanal. Sabemos que Pedro vivía todavía en el año 1641, ya que se le menciona en un documento notarial en el que su hermano Juan Fumanal aparece actuando como procurador suyo. Sin embargo, debió morir al poco tiempo.
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Tras el fallecimiento de su esposo, no era cuestión para Lucía el ponerse a llorar su ausencia durante mucho tiempo, pues había sido nombrada heredera del patrimonio familiar en Los Molinos y era evidente que allí hacía falta un hombre para sacar adelante la familia, eso sí, sin que esa nueva situación pudiera perjudicar a los hijos habidos de Pedro Fumanal. Así pues, los tutores nombrados para proteger los intereses de esos niños, decidieron que, para que el nuevo marido de Lucía pudiera disponer de los bienes de la casa, tendría que firmar un contrato de arrendamiento, pues no era cuestión de regalarle nada, y eso es lo que hizo Juan Barrera. Es muy probable que Juan perteneciera a los Barrera, infanzones de Cerler, pues en esta época sólo tenemos documentado este linaje en dicho lugar. Juan se instaló en Los Molinos, pero parece ser que no le fue muy bien el cambio de aires porque al poco tiempo falleció.
Así las cosas, con tanta inestabilidad en la dirección de la casa, se llegó a la conclusión de que a grandes males grandes remedios y se buscó una solución definitiva.
Esto es lo que se les ocurrió:
Se preparó el matrimonio de Lucía por tercera vez. En esta ocasión el marido era Cosme Puycercus, un viudo con hijos, infanzón de Boltaña. Las capitulaciones matrimoniales se celebraron el año 1649 ante el notario Gregorio Cebollero y con la presencia de los tutores de los hijos de Lucía y de su primer marido, Juan, Isabel Ana, Susana y Lucía Fumanal. Los tutores en cuestión eran fray Domingo Español, monje del Real Convento de San Victorián, Pedro Buil, infanzón vecino del lugar de Pueyo de Araguás y Juan de Lascorz, infanzón vecino de Labuerda, que era probablemente tío de los niños.
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En los contratos matrimoniales celebrados ante notario, a veces se suelen encontrar condiciones un poco especiales o sorprendentes, y de ese modo podemos calificar el punto segundo de las pactadas entre Lucía y Cosme, en el que se establece para los tutores la obligación de hacer contraer matrimonio, cuando tengan la edad adecuada a un hijo y una hija de Cosme Puycercus (y de su primera esposa) con un hija y un hijo de Lucía (y de Pedro Fumanal):
«Ittem, que por quanto los dichos Cosme Puycercus y Lucía Lascorz tienen hijos y hijas, que llegando a tener hedad de poder contraher matrimonio se juzga sea cosa conveniente lo contraigan para la conservación de la paz y los bienes de todos.
Que por tanto es condición que los dichos fray Domingo Español, Pedro Buil y Juan de Lascorz, en nombre y como tutores sobredichos y el dicho Cosme Puicercus, en su propio nombre, se prometen y obligan en quanto prometer y obligar se pueden respectivamente de hacer contraher y que contraheran matrimonios a saver es: Jusepe Puicercus y Isabel Puicercus, hijos legitimos del dicho Cosme Puicercus y Esperanza de Campo, que contraheran matrimonio él, Jusepe Puicercus con Isabel Ana Fumanal, y Isabel Puicercus con Juan Fumanal, hijos legitimos de los dichos quondams Pedro Fumanal y Lucía Lascorz, y ésto en llegando a hedad de poder contraher dichos respectives matrimonios».
En otra de las cláusulas se establecía que el nuevo marido, Cosme Puycercus, tendría que administrar también la propiedad familiar con el sistema de arriendo, ya que los propietarios eran los hijos del primer marido, «con la obligación de vivir y havitar en la dicha casa con la dicha Lucia Lascorz en el dicho lugar de los Molinos». No obstante, gracias a los matrimonios que se habían pactado (¡tres!), Cosme tendría interés en que la casa fuera para adelante, pues aunque no era de su propiedad la hacienda pasaría a sus hijos el día de mañana. Hasta aquí, se entiende el razonamiento. Pero, ¿y esos cuatro chicos? ¿dónde encontrarían algún aliciente o ilusión en una existencia que les habían trazado los demás?
Lucía, seguramente, tampoco pudo elegir mucho en su vida. Las grandes decisiones (como sus tres matrimonios) las tomaron los otros por ella. Con todo, bien sabemos que siempre se dispone de un espacio de libertad individual para enfrentarse a los acontecimientos de una u otra manera: ella pudo ser animada, curiosa, abnegada, generosa, orgullosa o amargada y tantas otras cosas que hacen a una persona feliz o desgraciada, ya esté en Labuerda o en Los Molinos, sola o acompañada. No sabemos si supo vivir contenta, pero tenemos la impresión de que no vivió aburrida...
María José Fuster
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