lunes, enero 24, 2005

Apellidos sefarditas

Fue precisamente un mes de marzo, el día 31 del año 1492, cuando los Reyes Católicos firmaron el Edicto de Expulsión de los judíos de todos sus Estados. Los hombres y mujeres que tuvieron que dejar su patria y sus hogares se dirigieron a destinos muy diferentes: Portugal, Marruecos, Norte de Africa, Imperio Turco, Italia, sur de Francia, Países Bajos... Allí llegaron después de pasar muchas vicisitudes y sufrimientos, con poco equipaje y con una identidad que para muchos resultaba una carga tan dificil de asumir, que decidieron cambiar su apellido y empezar una nueva vida con otro nombre. Otros prefieron continuar con sus apellidos de siempre, por dos razones fundamentalmente: porque eran los suyos y porque pensaban regresar un día a su país.

En España, se considera a menudo que eran propios de los judios todos aquellos apellidos de origen toponímico o los que hacían referencia a un oficio o profesión. Se trata de un error notable, porque en todos los pueblos de Europa, por no ir más lejos, el origen de los apellidos ha sido básicamene siempre el mismo:

- patronímico (a partir de un nombre propio: de Sancho –Sánchez, de Domingo-Dominguez, así también como Martín, Alonso, etc.).

- toponímico, que nos hablan del lugar de procedencia (Avila, Bisbal, Franco, Bielsa). También aquellos accidentes geográficos o detalles de localización que ayudan a conocer la ubicación del individuo dentro del mismo pueblo (De la Fuente, Del Río, Plaza, Lacoste, Dupont).

- que denotan una cualidad física o psíquica que sirve para identificar a un individuo (Moreno, Petit, Gross, Gentil).

- los que se refieren al oficio o profesión que ejerce la persona o su vinculación con él (Guerrero, Ferrer, Forestier, Taylor).


Es decir, en todos los países a la hora de formarse los apellidos se ha recurrido a la misma inspiración y se ha seguido un proceso similar.

Para comprender la imposibilidad que existe de asegurar la atribución exclusiva de un apellido a personas de religión judia o cristiana, queremos citar a don Julio Caro Baroja que, en su obra “Los judíos en la España Moderna Contemporánea”, al tratar precisamente del tradicionalismo de los sefarditas, tanto en sus actividades linguísticas como al ejercer oficios y profesiones, afirma que «aparte de conservar con celo apellidos desaparecidos hace mucho en España, o que, por el contrario, les son comunes con cristianos viejos de los que aquí pueden vivir (éste de los apellidos es terreno muy resbaladizo y en el que muchos pueden dejarse llevar por la pasión fácilmente...».



Recogemos también, un fragmento del apéndice X de dicha obra “Apellidos de conversos” y en el que se refiere a un manuscrito de la Biblioteca Nacional titulado “Historia de España”, de Blancas y otros autores, en el que se ocupa del problema de los apellidos en Aragón. Usando la grafía actual para facilitar su comprensión, transcribimos: «Es de saber, que cuando los moros y judios se bautizaron por mandado de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, muchos hombres principales, para aficionarlos a que de mejor gana lo hiciesen, les ponían sus nombres, de donde ha sucedido que ahora los sucesores de aquellos hombres principales tienen su limpieza en disputa, por ver que se hallan confesos de su apellido». Y se cita, por ejemplo, el caso de los Mendoza, señores de Sangarrén o al mismísimo don Domingo Ram, obispo de Huesca, que dieron su apellido a muchos bautizados.

Así, pues, aunque no se puede hablar con seguridad de qué apellidos son o no son judíos, sí que se debería hacer un esfuerzo por conocer cuáles son los apellidos sefarditas todavía en uso, porque es precisamente el apellido, con todas sus limitaciones (falsificaciones, modificaciones, etc), el único eslabón que puede unir con certeza mundos separados por cientos de kilómetros y muchos siglos.


María José Fuster Brunet

[publicado en el Boletín Amigos de Aragón de Bruselas, n° 37 (2003)]


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