domingo, abril 24, 2005

La vida de don Juan de Mur, Infanzón de Saravillo


DON JUAN DE MUR, INFANZÓN DE SARAVILLO, CORREGIDOR DE TUNJA Y GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DE MÉRIDA
(NUEVO REINO DE GRANADA), SIGLO XVII


PROCEDENCIA GEOGRÁFICA Y DATOS GENEALÓGICOS

Pocas familias altoaragonesas pueden seguir las secuencias de su genealogía a través de fuentes escritas y desde tiempos tan remotos como ocurre con el linaje de los de Mur.

Encontramos ubicada esta familia en el valle de Gistaín, en la provincia de Huesca. Este valle pirenaico, fronterizo con Francia, está formado por varios pueblos situados muy cerca los unos de los otros: Gistaín, Plan, San Juan de Plan, Sin y Saravillo. En el proceso de infanzonía incoado por don Juan de Mur de Soldevilla y su hijo, don Juan de Mur de Soldevilla (los dos con el mismo nombre), en el año 1652 se menciona que:

De tiempo inmemorial y antiquísimo de cuio principio no ha havido ni hay memoria de hombres en contrario hasta ahora, y de presente siempre y continuamente en el lugar de Serbeto situado en el valle de Xistao en lo más áspero y fragoso de los montes Pirineos, ha existido y existe un Casal o palacio de notorios Infanzones e Hijosdalgos del renombre y apellido de Mur, el qual ha confrontado y confronta con plaza pública, Iglesia parroquial del mismo pueblo y con casa y huerto de un beneficio de que es patrón el posehedor de dicho Casal y todos los demás poseedores, originarios y procedentes del mismo por recta línea masculina”.

De don Juan de Mur y Soldevilla sabemos que nació en Saravillo y fue hijo de Juan de Mur y su primera esposa, Gracia de Mur. Cuando Gracia murió, su marido volvió a casarse en segundas nupcias y se trasladó a vivir a Sin. Es bien curioso observar cómo a lo largo de todo el proceso de infanzonía nunca se menciona el nombre de la que fue su segunda esposa, símplemente se hace referencia a su nuevo domicilio por motivo de dicho matrimonio.

Los datos genealógicos que se aportan de don Juan de Mur se remontan a sus tatarabuelos paternos, que fueron Pedro de Mur (“1° de ese nombre”) de Embún, nacido en Serveto, que, al casarse el 10 de septiembre de 1524 con Cathalina Recalo, pasó a residir en Saravillo, donde fundó rama.

En 1654 fue ganada la ejecutoria de infanzonía para don Juan de Mur y Soldevilla y para su padre, y, años más tarde, en el proceso de infanzonía de Joaquín de Mur, de Chía (del año 1801), y en la demanda de inclusión de infanzonía presentada por algunos menores de la familia vecinos de Chía, se argumentaba que, como descendientes del mismo tronco familiar al que perteneció don Juan de Mur y Soldevilla, aspiraban a que se les otorgara a ellos lo que ya fue dado anteriormente a su antepasado, es decir, el reconocimiento de nobleza de dicho lianaje.

Otra referencia que se encuentra en todos los expedientes de esta familia es que:

...dicha familia de Mur del lugar de Serbeto había sido y era noble y de caballeros Infanzones e Hijosdalgo notorios de sangre y naturaleza y de ella procedió Pedro de Mur vecino del mismo lugar de Serbeto, el qual procedió en la Corte del Sr. Justicia de este Reyno en el año de mil trescientos veinte, provó su ingenuidad e Infanzonía e hizo salva de ella según Fueros y el Serenísimo Rey don Jaime concedió su privilegio y carta de hidalguía para él y toda su posteridad por línea masculina”.


VIDA DE DON JUAN DE MUR


1. Palermo

Después de vivir algunos años en Madrid, sabemos que don Juan de Mur participó en la pacificación de Palermo, pues allí estuvo desde 1647 hasta 1650. Es interesante constatar cómo don Juan de Mur coincidió con don Juan de Austria, el hermanastro de Felipe IV, en algunas de sus campañas militares. Así ocurrió en Italia, donde don Juan de Austria había tomado posesión oficial del Gobierno de Sicilia el 27 de diciembre de 1646, sustituyendo al cardenal Tribulcio, que lo había ejercido hasta entonces (y que pasó, a su vez, a ocupar el cargo de virrey de Cerdeña).

Sicilia vivía en aquel período una situación muy difícil, ya que se padecía una gran miseria, tanto a consecuencia de las pobres cosechas que se recogían como debido a la importante contribución con la que tenían que subvenir a los gastos de la Armada española.

Y en Sicilia, más concretamente en Palermo estaba don Juan de Mur, según informa la “fee de haver servido” que le hizo don Manuel de Fonseca, capitán de infantería española en el Tercio del Reino de Sicilia, certificada por don Diego del Espinar y Pantoja, y que dice:

Hago fee como conozco a Don Juan de Mur y Soldevilla haver servido a su Majestad en las Reveliones de la ciudad de Palermo, asistiendo al Señor Don Gaspar de Sobremonte todas las vezes que iba y venía a las Galeras a hablar al Señor Marqués de Vélez, Virrey entonces, siendo con mucho peligro de sus vidas por pasar por la mitad de todo el pueblo de los reveldes, teniéndola en nada por el servicio de su Magestad. Particularmente se halló con sus armas la mañana que quitaron la cabeza al cabo pueblo Jusepe de Alieri y sus sequaces, como también lo hizo en otros tumultos que hubo hasta la quietud desta ciudad, sirviendo en mi compañía como soldado sin sueldo, cumpliendo con mucha puntualidad lo que le era ordenado. Por estos servicios le conozco benemérito para cualquier merced que su Magestad lo quisiere hacer y a petición suya di la presene, firmada de mi mano y sellada con el sello de mis armas, en Palermo, a catorce de septiembre de mil seiscientos cuarenta y nueve años”.





2. Cataluña

Terminada la pacificación de Palermo, el rey Felipe IV ordenó a su hermanastro don Juan de Austria dirigirse hacia Cataluña, donde todavía no se controlaba la situación tras el estallido de la rebelión de 1640. Los catalanes, después del asesinato del virrey de Santa Coloma, habían reconocido al monarca francés Luis XIII como su soberano y lo que empezó siendo una sublevación pasó a ser un conflicto bélico entre naciones.

Don Juan de Austria partió de Palermo el 28 de mayo de 1651 con una flota compuesta por seis galeras de Nápoles y cinco de Sicilia, además de otros navíos que transportaban alimentos y material bélico. No sabemos si don Juan de Mur iba en ellos, pero lo cierto es que en 1651 estaba también en la península y que, gracias a los buenos informes que consiguió en su campaña italiana, fue nombrado capitán para participar en la campaña de Cataluña, mediante Real Decreto firmado en Madrid el 3 de octubre de 1651:


Don Phelipe, por la Gracia de Dios Rey de Castilla, de Aragón, de León, de las Dos Sicilias, de Jerusalem, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeia, de Córdova, de Córcega, de Murcia...

(...) Por quanto en el reyno de Aragón se a de levantar número de Infantería Española para recrutar el Exército de Castilla de la qual se an de formar Compañías de cien Infantes, y conviniendo proveeerlas en personas de valor, plática y experiencia en las cosas de la guerra, concurriendo estas y otras buenas partes en vos, Don Juan de Mur de Soldevilla, he tenido por bien elegiros y nombraros, como en virtud de la presente os elijo y nombro, por Capitán de una de las dichas compañías.

Por tanto, mando a oficiales y soldados de ella os ayan y tengan por tal Capitán y esecuten las órdenes que les diéredes por escripto o de palabra, sin poner escusa ni dilación alguna, y encargo al Conde de Lemos, mi Lugarteniente y Capitán General del dicho Reyno de Aragón, de la orden necesaria
”.

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Entre agosto y octubre de 1651 las tropas de Felipe IV fueron estrechando el cerco sobre Barcelona, a la que procuraron cortar toda posibilidad de recibir aprovisionamientos o ayuda miliar. Se necesitaban muchos hombres para impedir que los franceses rompieran el sitio y consiguieran establecer contacto con la ciudad, por lo que la petición de refuerzos por parte de las autoridades militares era apremiante.

a) La actividad que en aquellos momentos desarrolló nuestro capitán don Juan de Mur, se puede conocer gracias a comunicados, decretos y correspondencia intercambiada entre distintos oficiales del ejército y el referido don Juan de Mur. Así, por ejemplo, en una Certificación del conde de Lemos y de Castro, Lugarteniente y Capitán General del Reino de Aragón, de dos de noviembre de mil seiscientos cincuenta y uno, leemos:

Amados y fieles de su Magestad, todas y quales quiere Justicias, Jurados y demás officiales y ministros del Reyno de Aragón, salud y real dirección. Saved que el Capitán Juan de Mur va a levantar y formar una Compañía de cien Infantes a los lugares de montaña, que sale desta ciudad con quinze solddos y os ordenamos y mandamos en nombre de su Magestad que siempre que llegare a qualquiera de vuestros distritos y jurisdicciones con los dichos soldados les déis y hagáis dar alojamiento que conforme a fuero deste Reyno tenéis obligación".


En la primavera de 1652 la situación de Barcelona era dramática. El sufrimiento de sus hombres y mujeres durante los meses que duró el asedio fue muy grande, pues, como solía suceder, al hambre se juntó la peste. A pesar de que la población había quedado muy reducida, el ejército, bajo el mando de don Juan de Austria, no se encontraba suficientemente preparado para atacar y hubo que esperar hasta finales de septiembre a que los consellers catalanes empezaran a negociar la rendición, que se produjo el 13 de octubre.

Finalmente llegó la paz, aunque un poco tarde para don Juan de Mur, pues había resultado herido de gravedad. En una Certificación extendida por el caballero fray don Juan Palabecino, Capitán General de la artillería del Real Ejército de Cataluña, en Barcelona, con fecha de dos de noviembre de mil seiscientos y cincuenta y dos se relatan esos hechos:

Certifico que conozco y he visto servir a su Magestad al Capitán Don Juan de Mur que lo es, vino de tercio de don Joseph de Villalpando a esta campaña que las Reales Armas de su Magestad tuvieron sitiada la plaza de Barcelona. Que vino con su exército del Reyno de Aragón siendo maestre de Campo del don Martín de Azlor, el qual quedó en el quartel de Sans. Que ha estado a mi cargo hallándose en las ocasiones que en él se han ofrecido, como son quando fuy a socorrer la Iglesia de Sarriá que la atacaba un trozo del ejército del Mariscal de la Mota, y fue uno de los capitanes nombrados con mangas de mosquetería para abanzar y socorrer dicha Iglesia y haviéndoles puesto su maestre de campo en las casas de Nuestra Sra. del Puerto por cavo de otras dos compañías, se gobernó como muy buen soldado. Y el día diez y siete de julio hallándose dentro del fuerte de San Juan de los Reyes que está en la montaña de Montjuig, que el enemigo ganó dicho día, haviendo ydo a algunos negocios particulares suyos, hallándose ya fuera del, retirándose acia su quartel vio embestir al enemigo con dicho fuerte y se volvió dentro para hallarse en la ocasión de defenderlo como lo hizo, y estoy informado andubo valerosamente y recivió cinco heridas mortales, de donde con ellas le llevaron prisionero a la plaza de Barcelona donde estubo dos meses hasta que dicha plaza se rindió, pasando muchas necesidades y travajos y porque me consta lo merecedor que es de todas las honras y mercedes...


3. Tunja

Don Juan de Mur consiguió una merced que no sabemos si la había solicitado: fue nombrado corregidor en la ciudad de Tunja, Nuevo Reyno de Granada. El nombramiento para dicho cargo dependía del rey directamente, pues solamente de forma provisional podían los virreyes y audiencias efectuar estos nombramientos, que requerían la ulterior aprobación del monarca.

Los corregidores de las Indias eran los jefes políticos y administrativos de su circunscripción y también los jueces superiores a los alcaldes ordinarios. La misión principal de un corregidor era conservar la paz en los pueblos a él encomendados, así como velar por el respeto de la justicia y el amparo de los indios.

La Cédula Real por la que se procede al nombramiento de don Juan de Mur para el cargo de corregidor de Tunja, expedida en el Buen retiro, el cuatro de junio de mil seiscientos cincuenta y tres, dice así:

Don Phelipe por la Gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, étc. Por quanto por muerte de Don Juan de Ardevines está vacío el Corregimiento de la ciudad de Tunja en el nuevo Reyno de Granada y conviene a mi servicio proveerle en persona de partes y calidades que se requiren y he sido informado que estas y otras buenas calidades concurren en la de vos, el Capitán Don Juan de Mur y Soldevilla natural del Reyno de Aragón, teniendo en consideración a lo que avéis servido y esperando lo continuaréis, he tenido por bien de haceros merzed como por la presente os la hago del dicho oficio de Corregidor de la dicha ciudad de Tunja y quiero y es mi merzed que por tiempo y espacio de cinco años, mas o menos, el que fuese mi voluntad...


Don Juan de Mur aceptó el nombramiento y juró el cago el dieciocho de junio del mismo año de mil seiscientos cinquenta y tres. A pesar de las tres cédulas reales expedidas el cuatro de junio, conseguir un pasaje para su destino llevó cierto tiempo, pues no había plazas disponibles en los galeones que partían hacia las Indias. A esto se añadió un problema: don Juan quería llevarse con él a dos criados y en la real cédula se le daba autorización expresa para ello, pero él no los había “presentado” (identificado) con suficiente tiempo a la Casa de Contratación de Sevilla, por lo que se les negaba la autorización para que fueran embarcados.

En la primera de dichas cédulas decía así:

El Rey, Mi Capitán General de mi Armada de la Guarda de la Carrera de las Indias o a la persona o personas a cuyo cargo fuese su Gobierno. Yo os mando que al Capitán Don Juan de Mur y Soldevilla a quién he proveido por Corregidor de la Ciudad de Tunja, en el Nuevo Reyno de Granada, le dejéis hacer su viaje en uno de los galeones de la dicha Armada con las personas y cosas para que tuviese lizencia mía, constandoos primero haver metido en el dicho galeón el matolotaje que hubiere menester para su persona y las que consigo llevare, y presentando ante vos certificación de mi Presidente y Juezes Officiales de la casa de la Contratación de la Ciuda de Sevilla de estar despachado por aquella Casa. Hecha en Buen Retiro a quatro de junio de mil seiscientos cinquenta y tres”.


Finalmente don Juan de Mur embarcó en Cádiz para Tierra Firme el 22 de diciembre de 1653.


En 1659, transcurridos cinco años desde que fuera nombrado corregidor, don Juan de Mur se casó allí en Tunja. Los corregidores tenían prohibido contraer matrimonio en sus jurisdicciones durante el tiempo en el que ejercían su cargo, para evitar presiones y favores del entorno familiar en la administración de la justicia que tenían encomendada. Se desposó don Juan de Mur con doña Catharina de Grijota, que era hija del señor doctor don Juan de Grijota, fiscal de su majestad en la Audiencia de Sevilla y de doña Catharina Arias de Oruña y Quesada.

Con este matrimonio puede decirse que don Juan emparentó con la élite de la colonia. La genealogía de su familia política muestra lazos de parentesco con conquistadores y altos cargos del reino. Digamos, por ejemplo, que doña Catharina de Grijota y su única hermana, doña Juana, eran nietas de doña Catharina de Taboada, hermana del capitán Francisco Gómez de la Cruz Taboada, “uno de los primeros conquistadores desde Reyno”. Y fueron biznietas del coronel Hernando de Oruña y de doña Andrea de Quesada, “que fue hermana legítima del Adelantado Don Gonzalo Jiménez de Quesada, Primer Caudillo Governador y Capitán General de la Conquista, Descubrimiento y Pacificación desde Nuevo Reyno de Granada”.

Se dio la circunstancia de que, a causa de carecer de herederos directos, los bienes y privilegios de la familia de don Gonzalo Jiménez de Quesada acabaron pasando a doña Catalina, la esposa de Juan de Mur y Soldevilla. Pese a estas importantes relaciones de parentesco, la situación financiera de don Juan de Mur dejaba mucho que desear.



Cuando falleció don Juan de Mur, su esposa, doña Catharina de Grijota, otorgó otro poder a favor de don Joseph de Mesa, en fecha 4 de noviembre de 1667, en el que se especificaba que dicho don José podría cobrar cualquier deuda de las personas que figuraran en los “libros, memorias y otros instrumentos en las ziudades de Mérida, Gibraltar, Maracaybo, Barinas, Grita o en otros qualesquieres lugares del distrito”. La hacienda familiar, prácticamente, había cambiado de manos.

Del matrimonio de don Juan y doña Catharina nacieron cinco hijos, pero sobrevivieron solamene tres, dos niñas y un varón. Cuando don Juan de Mur fue nombrado gobernador y se trasladó a Mérida, dejó a su familia en Santa Fee. Su su hijo Antonio, que era el mayor, tenía la edad de cinco años.




4. Mérida

Sigamos a través de los documentos la última etapa de la vida de don Juan de Mur.

a) Nombramiento como gobernador. Documento expedido en Madrid, a dieciséis de octubre de mil seiscientos sesenta y dos. En el documento, tras el encabezamiento con el nombre y títulos del rey Carlos II, sigue:

Mariana de Austria, su madre, como su tutora y curadora y Gobernadora de dichos Reynos y señoríos: Por quanto es muerto Don Gabriel Guerrero de Sandobal, Cavallero de la Orden de Santiago Governador y Capitán en las ciudades de la Grita y Mérida y su Provincia y es necesario nombrar persona que sirva los dichos cargos en el interín, (...) nombro para tal Governador y Capitán General de la dicha Provincia al Capitán don Juan de Mur Soldevilla, en atención a concurrir en el susodicho las partes y calidades necesarias”.

b) Juramento. Sin que sepamos el por qué de la dilación, fue el nueve de agosto de mil seiscientos sesenta y seis cuando don Juan juró el cargo:

Certificación: Yo, Don Antonio de Salazar Falcón, escrivano de Cámara en la Real Audiencia deste Reyno y Mayor de Governación en él, Certifico y doy fee que el día de la fecha pareció con este real título ante los señores Presidente y Oidores de dicha Real Audiencia el Capitán Don Juan de Mur Soldevila nombrado en él por Governador y Capitán General de la Provincia de Mérida y pidió ser admitidoy los dichos señores mandaron hiciese el juramento y lo hizo por ante mi y en Dios y una señal de cruz de que bien y fielmente usará los dichos cargos con todas las circunstancias en semejantes casos acostumbradas y hecho, fue admitido por dichos señores y mandaron se me de testimonio para su uso y esersicio, en cuyo cumplimiento di el presente en Santa Fee”.

c) Obedicimiento:

En la ciudad de Mérida, en once de septiembre de mil seiscientos sesenta y seis años estando en la sala del Ayuntamiento de Cabildo los Señores Maestre de Campo, don Andrés Henríquez y de Padilla, Theniente General desta Provincia, Alonso Ruiz Valero, Alcalde Ordinario y el Capitán Sebastián de Soto, Procurador General, por no haver oy ningún Regidor y haver ido todos a la ciudad de Gibraltar, al socrorro que se pidió por la inbasión que hizo en ella el enemigo francés y no haver vuelto y en esta conformidad y haver mandado el Señor Capitán Don Juan de Mur Soldevilla se junten en esta Sala para presentarse con este título y Real Provisión de Governador y Capitán General desta Provincia en que a sido nombrado por su Señoría el Señor Presidente Goverador y Capitán General de la Real Audiencia desde Reyno, para venir como ha venido al socorro desta plaza y las demás de su Provincia y haviéndose visto y leido por el presente escrivano este título y Real Provisión de su Alteza, lo tomaron en sus manos, besaron y pusieron sobre sus cabezas y obedecieron con el respecto y acatameinto devido”.





Esta fue la última campaña militar de don Juan de Mur. Pese a que sufría ya numerosos achaques de salud, no dudó en acudir a Gibraltar (actual Colombia) un puesto de máximo riesgo, donde acababa de ser asesinado su antecesor en el cargo. La inestabilidad en la zona se debía a las incursiones de los corsarios ingleses y franceses, que ya desde 1655 no dejaban de presionar y saquear continuamente ciudades y poblaciones de la costa.

Allí en Gibraltar don Juan de Mur, defendiendo la plaza, encontró la muerte junto a muchos de sus hombres, sin que su sacrificio ayudara a remediar ningún mal. Si en aquella ocasión se perdieron vidas y bienes, dos años más tarde, en marzo de 1669, el más famoso de los filibusteros, Henry Morgan, aún volvió para asaltar y conquistar Gibraltar, después de haber hecho lo mismo con Maracaibo.


Años más tarde, en 1690, Antonio el hijo de don Juan de Mur, se dirigió al rey para solicitarle unas mercedes a las que se sentía acreedor por lo méritos de su padre. Todos los testigos presentados en dicho expediente insisten sobre el hecho de que dicho don Juan de Mur y Soldevilla fue siempre un hombre valeroso, que aceptó el cargo de gobernador en Mérida en aquellos difíciles momentos en que fue nombrado como una prueba más de su voluntad de servicio. Don Antonio de Mur alegaba en su solicitud que su padre en su último destino, no sólo perdió la vida sino también todos sus bienes, dejando a su familia en una situación de gran necesidad y que él, como jefe de familia, tenía que proveer por el futuro de sus hermanas, que sin dote no podrían casarse.

En efecto, los hijos de don Juan de Mur no debieron tener una vida fácil, pues quedaron huérfanos de padre y madre siendo niños. De las hijas no tenemos noticias, pero el varón fue internado en el colegio de Nuestra Señora del Rosario, donde estudió Artes y Teología, alcanzando el grado de maestro y doctor. Posteriormente ocupó durante un tiempo el puesto de catedrático de Artes en el mismo centro, por vacante del titular, y después desempeño el cargo de rector, también en dicho colegio, durante tres años, “con gran desvelo y vigilancia de que resultaron muy buenos efectos” y “a costa de su caudal y trabajo” en cuya gestión, parece ser, que acabó de gastar el patrimonio familiar.

¿Llegarían a conocer en el valle de Gistaín todas las aventuras en las que se vio envuelto su paisano don Juan de Mur? Si en aquella época, probablemente, no fue posible seguir sus andanzas, al menos ahora lo recordamos todos con admiración.

María José Fuster Brunet

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*** si desea recibir el texto íntegro de este artículo [publicado en el n° 113 de la revista Argensola (2003)] solicítelo enviando un mensaje a la siguiente dirección electrónica: