miércoles, enero 23, 2008

El testamento de Antonio Ballarín (1631)


El objetivo de la genealogía no es sólo conocer nombres de antepasados y algunas fechas clave en su vida, como pueden ser el nacimiento, matrimonio y defunción. Gracias a esos datos se pueden ubicar las personas en el tiempo y en el espacio y, después, con toda la información que hayamos podido recabar sobre ellas será posible conocer su vida y las circunstancias histórico-sociales que les tocó vivir.

Habiendo facilitado ya los datos genealógicos de Antonio Ballarín, de Barbaruens (Huesca), ahora podemos conocerlo mejor gracias al testamento que hizo estando enfermo de gravedad, de la cual pensamos que murió. Como no se podía disponer de un notario en aquellos momentos, lo otorgó ante el Reverendo Pedro Pueyo, vicario de San Pedro. Sorprendentemente, en el documento no se precisa la fecha en que lo hizo. Fallecido Antonio Ballarín, el testamento fue leído a petición de su viuda Gerónima Torres por el notario Pedro de Guart; el día 30 de marzo del año 1631.



San Pedro de Tabernas, camino de Barbaruens (foto de la autora)


Testamento de Antonio Ballarín

Yo, Antonio Ballarín, estando en mi buena memoria y juicio, ordeno mi testamento.

Primeramente encomiendo mi alma a mi buen Jesús que la a criada y me encomiendo a la Virgen su madre y adbogada mía. Y a todos los Santos y Santas del cielo y al Angel de mi Guarda.

Primo, quiero que mi cuerpo sea enterrado en el cimenterio de Nuestra Señora de Seira y que a cada acto me sean llamados 4 clérigos y pagados a dos reales y de comer, a saber es al entierro, onras y cabo de año, y me sea dicho un trenteno mayor y menor y cabo de nobena y un responso cada domingo al pie del altar mientras durare el año del cabo, mas me dejo una misa en Sant Viturián en el altar prebiligiado, más dos misas en Sant Pedro, una del Espíritu Santo, otra de la Santísima Trenidad, más dos misas a Nuestra Señora del Rosario.

Item, dexo a mi muger Gerónima Torres señora mayora y que sea heredero de todos mis bienes abidos y por aber Antón Ballarín su hijo y mi hijo, y que faltando él, puedan nombrar otro los tutores y mi muger Gerónima Torres, a aquél o aquella que les pareciere.

Las deudas que a mi se me deben son las siguientes:

Primo, mi hermano Pedro Ballarín ... escudos, tengo recibido un escudo. Juan de Arcas de Bilanova, le he prestado un caíz de trigo, bale 5 escudos. Juan Albarde de Anciles 18 reales. Juan Serbeto de la Cuadra, 6 escudos, estos son por una comanda que he pasado al Señor de la Penilla por él. Juan Raso del Cano 4 escudos y medio. Pedro Ceresa mi ... de Campo le he sobrepagado 5 escudos por los adotes de su muger. Antón Seira de Eriste me debe un escudo y 5 quartales de sal.

Lo que tengo recibido de Esteban de Gras el fustero es lo siguiente: treinta y siete escudos y quatro reales y Antonio Ballarín le tiene de dar vente docenas de madera, las diez para Santa Cruz y las otras diez para Sant Juan y tres “corantes” no están concertadas.

Debo a Juan Francisco Tocemada de Graus siete escudos y tres sueldos. Debo al notario de Tierra Antona treinta reales de una deuda de nuebe escudos. A Pedro de Guart de Morillo de Liena le debo beinte reales pasadas todas quentas. A Juan de Bardaxí de Plan treinta y ocho reales.

Dexo por executores de mi alma y por tutores al Señor Mosén Cristobal Serbeto rector de Plan y al señor Juan Ceresa de Seira y al señor Antón Torres del lugar de Campo.

Testigos que al presente se allaron fueron Pedro Mongias del lugar de Campo y Bringer Sin del lugar de Chía”
.


(Cuando hemos tenido dificultad para leer algunas palabras en el texto original, hemos puesto puntos suspensivos).

Como era habitual, en su testamento Antonio Ballarín se ocupó en primer lugar de los asuntos referentes al alma. Después hizo referencia a la designación de heredero, decisión de la que dependía toda “la casa”, es decir, la hacienda y la familia de los Ballarín y, luego, acabó incluyendo una relación tanto de lo que le debían a él como de lo que él debía a terceros. Y dictadas todas estas disposiciones, como se solía decir, ya podía morir en paz, pues dejaba “sus asuntos” arreglados...

María José Fuster


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